martes, 7 de marzo de 2017

¿Por qué la crisis de la telenovela mexicana? (VII): Contexto y futuro


¿POR QUÉ LA CRISIS DE LA TELENOVELA MEXICANA?

Parte 7 (última)

Daniel Lares Muñoz


CONTEXTO Y FUTURO 
(¿RENOVACIÓN O REVOLUCIÓN?)

¿Se sentará Emilio Azcárraga Jean como televidente habitual a ver “Sueño de Amor” o “La Rosa de Guadalupe”? ¿Lo hará su familia con la regularidad de cualquier familia promedio en México? ¿Harán lo mismo Ricardo Salinas Pliego o Benjamín Salinas Sada con “Rosario Tijeras”? ¿Será “Perseguidos” parte de las conversaciones espontáneas de Olegario Vázquez Aldir con amigos cercanos, más allá del ámbito de negocios?

Las anteriores preguntas no pretenden frivolizar sobre la vida privada de los empresarios mencionados, cabezas de Televisa, Grupo Salinas/TV Azteca y de Grupo Imagen, respectivamente.

Amancio Ortega, el multimillonario dueño de la cadena de ropa Zara, no necesariamente se viste con la ropa que fabrica como probablemente el propio Ricardo Salinas no use una de las Italika que vende en sus tiendas Elektra; quizá y ni le guste el motociclismo. Ello no quiere decir que sus productos carezcan de calidad o no estén al tanto de ésta o de los gustos de sus clientes.

El cuestionamiento se dirige a si como televidentes están satisfechos con lo que ofrecen las pantallas de sus empresas. ¿Lo están? ¿Sus producciones de ficción tratan a sus televidentes como ellos mismos esperarían ser tratados?


CONTEXTO SOCIO-POLÍTICO

La televisión en México surge al amparo de un partido y un sistema político de carácter aglutinador y monopólico que en las últimas décadas ha profundizado sus fisuras tras la sucesión de varios sismos sociales, económicos y políticos.

La XEW (base y antecedente de Telesistema Mexicano-Televisa) nace en 1930 de la mano del entonces Partido Nacional Revolucionario (antecedente del PRI) en 1929. Su modelo preponderante se inclina por el comercial estadounidense sí por la vecindad geográfica pero también por la real politik conveniente a sus políticos en turno. Pocas bibliografías documentan con tal rigor al respecto como la de Fernández-Paxman [1]. Sugiero leer sobre el sexenio Alemanista.

Las telenovelas mexicanas como los candidatos contemporáneos de los viejos partidos políticos son afectadas por el descrédito público de las instituciones que representan pero mantienen un importante colchón de adeptos que les siguen otorgando un poder relevante aún en medio de la crisis y a pesar de sus haters.

Un factor que les ha permitido sortear estas tempestades es el referente a la tradición pero, atención, no es como el melodrama: imperecedero. Otro asunto inherente es la responsabilidad que cada telenovela (y quienes las producen) y cada candidato tienen de haber contribuido al descrédito de sus ámbitos.



“La telenovela es ella y su circunstancia”
Inspirándonos en el célebre apotegma de Ortega y Gasset, quienes a ultranza atribuyen a la televisión (comercial) y a su reina la telenovela la responsabilidad del analfabetismo funcional en el país, repiten una verdad a medias.

En realidad la TV no ha hecho más que somatizar y responder al contexto que le ha tocado vivir. Lo cual si no la exime de responsabilidad, la pone en su justa dimensión. La telenovela nace en ese cosmos, intenta redimirse pero termina por claudicar y regodearse en éste. Ese es su pecado original.

Por eso para los que elucubran con el momento en que las televisoras tradicionales se extingan para dar paso al medio que por fin produzca el “Mad men” o el “Game of Thrones” mexicano, primero deberían renunciar a su ingenuidad y partir de este antecedente, incluso sobre del contexto comercial.

Para evolucionar, hoy más que nunca es preciso ubicarse, comprender (evitando que la crítica paralice) para poder aprovechar la coyuntura actual y cristalizar la televisión dramática anhelada en beneficio de todos.

("Mad men" [HBO, 2007-2015])

PRENSA Y RELACIONES PÚBLICAS

¿Qué se dice de las telenovelas?
Más allá de las notas referentes a la presentación de una nueva producción (cada vez menos relevante mediáticamente) y la información de cotilleo sobre sus estrellas en la prensa del corazón, ¿qué información genuina encontramos en los medios más importantes o en el trendy de las redes sociales (fuera del nicho de audiencia tradicional) sobre las telenovelas?

¿Están generando buzz de prensa? ¿Se discute sobre el riesgo narrativo y trascendencia de sus historias, del poder de sus actuaciones y la calidad de sus producciones? ¿Repercuten más allá de las secciones de espectáculos?

(Presentación a prensa telenovela "El Bienamado" [2017])

En 1987 tras el capítulo final de “Cuna de Lobos” (1986), “24 horas” con Jacobo Zabludovsky abría su titular con “esta noche terminó Cuna de Lobos”. Al día siguiente los encabezados de la mayoría de los principales diarios referían al suceso. Carlos Monsiváis, el cronista de la alta cultura mexicana, le dedicaba un favorable artículo en Proceso [2], la revista asiduamente crítica de Televisa.

“Las teleseries (anglosajonas) circulan por la red a dos niveles simultáneos: el de consumo y la interpretación. Ambos confluyen en un tercer nivel posterior, el de la reescritura. Las audiencias de las teleseries son especialmente interactivas”. [3]

Considerando la escala de Carrión, el grueso de la producción mexicana ni siquiera ha podido superar el primer nivel y muy poca ha trascendido al segundo. Para que la telenovela tenga hoy impacto relevante, debe aspirar a contenidos que permitan lograr la reescritura. Lo que sólo se logra con base en la calidad del contenido, la potencia del soporte (plataformas) y un contexto que lo posibilita. La telenovela debe asumir un rol de representación de su audiencia desde la cercanía y no más desde la imposición.

El monopolio no puede convivir con la interactividad porque ésta requiere de una relación de pares. Hoy el televidente ya es y se asume como agente de poder.



La telenovela como fuente de investigación formal
Salvo Roberto Rondero, Álvaro Cueva, Alfredo Gudinni y alguno que otro periodista así como websites emergentes como La Hora de la Novela, pocos son los autores y medios que llevan al plano de la investigación y la opinión formal a la telenovela nacional a la prensa o el medio editorial. Caso contrario la cinematografía mexicana y ni qué decir del cine y la serie anglosajona. Sólo basta con llegar a un extraordinario trabajo en nuestro idioma como el de Jorge Carrión en “Teleshakespeare”.

En México, son verdaderamente excepcionales publicaciones como “Crónicas de Pasión” [4] que ofrecen los pormenores profesionales de una producción, verbigracia la telenovela “Pasión” (2007), con rigor documental y de la mano de una presentación accesible para llegar tanto al público mainstream como al especializado. Son iniciativas aisladas, no vocación de la industria.


En Sudamérica se encuentran más publicaciones o documentales al respecto como los de Carolina Acosta, Jesús Martín Barbero u Omar Rincón que arrojan luz. Si alguien quiere acercarse a la técnica de escritura de la telenovela, la publicación más accesible es el “Taller práctico de escritura de telenovela” [5] del chileno José Ignacio Valenzuela (“La casa de  al lado”, 2012). No he encontrado ninguna publicación mexicana semejante.

No es público el destino de los estudios realizados por especialistas como Miguel Sabido al respecto de las telenovelas didácticas (“entretenimiento con un beneficio social comprobado”) o entertainment education para Televisa. Una fuente que alumbraría a quienes hoy nos dedicamos a ello. ¿Cómo innovar (y rectificar) si se desconoce la herencia pasada y las causas del presente?

(Documental "Mas que amor es un sufrir: una mirada sobre
 la telenovela latinoamericana" [JL Colás, Arg-Ven-Bra, 2012] 4x48')


La civilización del espectáculo y la fiebre de la frivolización
En “La civilización del espectáculo” [6], Mario Vargas Llosa nos advierte con agudeza sobre preponderar en la tabla de valores al entretenimiento superfluo:

“Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo”.

Aunado a sus generalmente vacuos contenidos, la industria nacional permitió que publicaciones del corazón moldearan y definieran la opinión pública respecto a la telenovela y consecuentemente la degradaran con sus cada vez más difuminados criterios periodísticos y decadentes prácticas de voracidad comercial.

Entiendo que dichas publicaciones formen parte de un sistema periférico y cumplan una función; pero al convertirse en las únicas referencias informativas regulares del género y, además, cada vez más agresivas e invasivas con el talento, enfatizando lo peor de éste y no su virtud creativa, flaco favor le han hecho a la telenovela.



¿Cómo esperan que la audiencia responda frente a una oferta extranjera cada vez más sofisticada y familiar cuyas legiones de fans (de influencia mundial gracias al ciber-espacio) tratan a esos contenidos como auténticos fenómenos de culto?


El Premio TVyNovelas (similares y conexos), el síntoma de la enfermedad
Si como asegura Gabriel Zaid, “los premios pueden ser creadores: aportan una perspectiva inédita en la recepción de la obra (…) Lo que está en juego es más importante que el dinero: la orientación de la opinión pública” [7], premios como los TVyNovelas (primera referencia del género), exigen un serio replanteamiento.

Hoy se reducen a un certamen corporativo con cámaras que se transmite al exterior para comercializar. Lo llamativo es observar qué premian, más allá de la discutible etiqueta de lo “popular”. ¿Premian la virtud del talento creativo? ¿Los premiados son trabajos ejemplares (acaso inspiradores) que animan a todo el talento que habrá de generar las producciones venideras?

¿Los premios se traducen en mayor audiencia, mejores ventas para sus producciones participantes y mejores condiciones laborales para el talento premiado? ¿Funcionan a Televisa Internacional como atractivo de valor para ventas en sus catálogos de exportación? ¿Tienen relevancia en Estados Unidos en el mercado de Univisión? ¿He mencionado prestigio?

¿Los ganadores resisten el filtro de un Emmy Internacional? ¿Qué le dicen estas designaciones a las diferentes audiencias? Si una industria creativa de comunicación no advierte estos discursos subrepticios (los más poderosos), entonces hay graves problemas de fondo.

“Cuando no hay reseñas, antologías, editores, ni premios en los cuales se pueda creer, pierde la sociedad: se vuelve menos”.

Por otro lado, un premio que tenga por objetivo reconocer y promover lo mejor de una industria líder (y que se asume como tal) no se encierra a una factoría en una época de interconectividad; busca trascender para nutrirse de todo lo demás.

Cuando me refiero a lo anterior, no sólo englobo a TODA la producción nacional sino también a la extranjera que llega a nuestras pantallas y siembra su influencia en mayor o menor medida. Por algo el Oscar (AMPAS), El BAFTA y los Golden Globes contemplan la respetada categoría de “Mejor Película Extranjera”.



LA TELENOVELA Y LA SERIE: SU PRESENTE Y FUTURO

Es difícil anticipar el futuro y poco responsable emitir sentencias sobre ello. Pero, como lo hicieron los más notables fundadores de la televisión, el panorama conjunto y sus microcosmos permiten interpretar señales sobre el rumbo.

La telenovela no será sustituida, al menos en el mediano plazo. En primera razón por costos. Un capítulo de telenovela en México oscila entre los 50 y 80 mil dólares en promedio y un serial requiere de una inversión mínima de entre 110 y 200 mil dólares.

La producción original tiene mayor efecto comercial sobre los enlatados de importación pero en México (y América Latina) se requieren llenar parrillas completas y asegurar la atención de audiencias en un mercado que cada vez las fragmenta más.

Con otra condicionante, gracias a los paupérrimos resultados económicos de los últimos gobiernos, el pastel publicitario mexicano no sólo no ha crecido sino que cada vez se pulveriza más con los nuevos jugadores de las diferentes plataformas. Recordemos el paradigma de oro: costos se recuperan en el mercado nacional.

Una telenovela posicionada ofrece una audiencia regular de lunes a viernes por varios meses, al contrario de un serial de emisión semanal. Naturalmente ello impacta en las cotizaciones de las exportaciones. Una telenovela seguirá siendo más atractiva y accesible que un serial para televisiones de países en vías de desarrollo (mayoría). Hasta que la condición de éstos cambie sustancialmente.

("La doble vida de Estela Carrillo" [2017]: telenovelas de transición)

Señales de la propia historia
Si observamos las épocas climáticas de celebridad mundial de las actrices más icónicas: Verónica Castro (“Los ricos también lloran”, 1979), Lucía Méndez (“Colorina”, 1980) y Thalía (“Marimar”, 1994), a la telenovela mexicana le tomó unos veinte años sostenidos llegar a esa posición. Mismo caso si observamos los datos y curva de desarrollo del serial estadounidense.

Sin embargo en 2015, La Nación reportaba que “las exportaciones de programas de TV le reportaron a Turquía en 2005 ingresos de apenas 100.000 dólares. En 2015, esa cifra llegó a 250 millones de dólares” [8]. Ese año The Hollywood Reporter colocó a la nación turca en el segundo lugar global de exportaciones de formatos y producciones originales para televisión sólo después de Estados Unidos. En sólo diez años.

Quién iba a decir que la producción de un país tan lejano como el de los turcos ingresaría en 2014 con un título en calidad SD producido en 2006-2009 (“Las Mil y una noches”, Kanal D) vía Mega TV en Chile y en medio de una coyuntura [6] para extenderse por toda América Latina, al grado de disputarle el prime time regional al latifundismo mexicano. No olvidemos que México logró entrar a Rusia en 1992 con una producción de 1979 (“Los ricos...”) tras la caída de la Unión Soviética y ante la resistencia de los rusos a comprar contenido estadounidense.

La telenovela e industria de ficción audiovisual mexicana no superará el rezago si insiste en cambiar sólo la forma y no atajar el fondo.



¿La serie vs la telenovela?
México tiene que entender que no será más (ni debe ser) la telenovela la única oferta dramatizada en su parrilla nacional y en su catálogo internacional. La telenovela ahora deberá compartir su monopolio y convivir con otros géneros dramáticos como el serial de tipo anglosajón, el que para lograr mayor impacto deberá pasar por un proceso de profunda tropicalización: echar raíz para adoptarla en todas sus formas.

Creer que la producción de series en sí misma es la solución al problema de la crisis de la ficción dramatizada en México, es pecar de ingenuos. Menos con el espejismo de la hibridación de la súper-serie.

Quien insista en hacer copia calca del serial tal y como lo vemos en Estados Unidos o Inglaterra, aumentará sus posibilidades de fracaso. Ya lo vemos en pantalla. Peor aún si lo pretende hacer con los recursos de una telenovela actual; sus resultados con todo e imagen 4K terminan en un lastimoso look alike más cercano al viejo video home que a lo que de inicio pretenden.

Al riesgo (creativo) mejor de amigo
En esta industria tenemos que entender que si nadie tiene el santo grial del éxito, lo viable es reducir las posibilidades de fracaso sin obstaculizar la indispensable libertad creativa que sin duda ha de implicar riesgo. Para eso hay que contar con una estructura; la tenemos (como pocas industrias) pero urge renovarla. Ya sabemos a dónde nos lleva enemistarnos con el riesgo ¡No lo repitamos!

La estructura debe tener muy claro 
al servicio de qué está.

Al riesgo más nos vale, por lo ineludible, abrazarlo que temerle. Incluso el riesgo y arrojo creativo es un valor agregado frente a la audiencia que bien comunicado, lo pondera al momento de la elección y si a eso se le añade la certidumbre de un sistema estructurado y oxigenado, es Hollywood.

¿No fue México llamado alguna vez “el Hollywood de las telenovelas”?

(Foro 9 de Televisa San Ángel. Foto: Stefan Ruiz)

Convención táctica y genuina
Por otra parte, requerimos de un acuerdo común. La tecnocracia televisiva debe re concebir su entendimiento respecto a la libertad y autenticidad del proceso creativo para escritores, el talento artístico y producción, y éstos a su vez deben entender que como toda industria, requiere cumplir metas de eficiencia y eficacia en sus recursos y resultados. No puede estar sujeta ni a la indiferencia de unos ni a las frivolidades de otros porque perjudican al conjunto.

Encontrar el punto de equilibrio es el gran reto para tener una nueva estructura orgánica nutrida y una maquinaria aceitada. Dado su denominación de origen (industria creativa) en lo personal, me inclino por re-concebir a esta industria más como un ecosistema orgánico para regenerar la imagen implantada durante la era industrial del siglo XX de un frío galerón lleno de máquinas automatizadas.

La creación sentí-pensante es facultad exclusivamente humana. Requerimos de ambientes propicios que detonen esa inventiva y su desarrollo.

(Estudios de Azteca Novelas en Ciudad de México) 

Oportunidad inmejorable
México sigue teniendo una oportunidad inmejorable para refrendar un liderazgo en América Latina y el mercado en español. Una condición geopolítica y demográfica que nos otorga la excepción para acometerlo.

La reciente alianza Televisa-Univisión en sus contenidos de ficción y entretenimiento es una muestra de ello, y las que ya operan como las de NBC-Universal/Telemundo y la presencia de las más importantes productoras del sector en Ciudad de México así lo señalan.

El liderazgo en otros mercados del mundo dependerá mucho del calado y visión con que los líderes conduzcan la reconfiguración de la industria. En qué tanto se atrevan a renovar y a apuntalar. Si no lo hacen, industrias otrora impensables como la coreana o la turca (o alguna otra aún indetectable) pueden causar fulminantes estragos.

El monopolio: lo pasado, pasado
México y sus televisoras están entendiendo que ya no pueden ni deben ir solos, ¿Quién puede hacerlo frente a un gigante como Netflix que invierte por sí mismo 6 mil millones de dólares en contenido original [9] de alta calidad y con alcance mundial inmediato sin igual y  a su vez con una regionalización exitosa?

Para poner la cifra en proporción, representa 10 veces el pastel publicitario total de Colombia, casi 1.5 veces el de México y el total del brasileño. Recordemos que la regla dorada en producción de ficción dramatizada en TV abierta en América Latina es que la inversión es proporcional al gasto publicitario de cada país.

 (La súper producción de Netflix "The Crown" [2016]: 15 millones USD por episodio)

CONCLUSIÓN SÉPTIMA (Y ÚLTIMA) PARTE

El paradigma de controlar todo bajo el techo patriarcal del monopolio se ha roto, pero esa es sólo la forma. El fondo se asienta fundamentalmente en nuestra capacidad humana de creación. La burocracia e inteligencia ejecutiva inmersa en su afán por multiplicar y cuantificar las utilidades del negocio debe, por su propio éxito, atender mandamientos imprescindibles:

Decálogo para una nueva industria (ficción dramática TV)
1.    Sobreponer y procurar el valor creativo en todas las áreas.
2.    Conciliar la creatividad con los criterios de rentabilidad.
3.    La historia original como vanguardia sine qua non de la oferta.
4.    Representar a la sociedad y sus cambios con autenticidad y oportunidad.
5.    Diversificar oferta de dramáticos (no sólo telenovelas).
6.    Producir contenidos plurales de alto valor simbólico (incluida la telenovela).
7.    Exigir calidad equilibrando retribución justa al talento.
8.    Innovar las formas en función de los contenidos.
9.    Renovar y flexibilizar el modelo de producción.
10. Respetar a la audiencia.


Las audiencias se pueden medir; el proceso creativo, tecnificar pero no la creación en sí misma. Todo ello implica una mística natural especial, más allá de cualquier superchería. Estas máximas no pueden comprarse pero sí en cambio fomentar las condiciones excepcionales para lograr resultados excepcionales que reconviertan a la de México en una industria de creación excepcional y sin parangón.

Luis Antonio Espino en Letras Libres ha sellado su análisis del discurso del empresario Carlos Slim (con fuertes intereses en telecomunicaciones) a propósito de las decisiones del polémico inquilino de la Casa Banca (de Washington) con: “Hagamos a México Grandioso de Nuevo. Parece que la nostalgia es la nueva visión de futuro” [10]. Sentencia de oportuna recordación.

La televisión sin embargo no puede volver al pasado ni dejarse arrastrar por el reproche nostálgico de un sector de la audiencia cuando en realidad lo que se demanda se origina en la obsolescencia de muchas de las prácticas y decisiones de la actualidad.

Retomemos lo mejor del pasado para no reincidir en errores, anclarnos en los éxitos y solventar un nuevo emprendimiento frente a los retos de nuestro propio tiempo.

Renovar, innovar, crear o morir. ¿Revolución?


REFERENCIAS:
1.     Fernández, Claudia y Paxman, Andrew, El Tigre Azcárraga y su imperio Televisa, editorial Grijalbo, 2000.
2.     http://www.proceso.com.mx/146330/catalina-creel-para-presidente
3.     Carrión, Jorge, Teleshakespeare: las series en serio, editorial Tintable, 2015.
4.     TVyNovelas presenta: Crónicas de Pasión, editorial Televisa, 2008.
5.     Valenzuela, José Ignacio, Taller práctico de escritura de telenovela, editorial Punto de Lectura, 2012.
6.     Vargas Llosa, Mario, La civilización del espectáculo, editorial Alfaguara, 2012.
7.     Zaid, Gabriel, Dinero para la cultura, editorial Debate, 2014